martes, abril 27, 2010

XIII. Una tarde antes y Chuchito Malverde

Acto seguido a la visita al oráculo ocurrió aquella velada en que decidimos tomar cartas en el asunto con respecto de esos hombres que queremos tanto. Aquella noche en que planeamos la emboscada también imaginamos lo hermoso que sería que todos nuestros sueños y fantasías se cumplieran; así como planeamos todo aquello de buscarlos y tenerlos cerca nuestro, en un principio sin tomarles parecer, y bien lo sabemos, violentando un poco su voluntad, sólo un poco; también precisamos que el objetivo prístino de llevar a cabo nuestro plan, consistía en que al final, ellos mismos rogarían por estar con nosotras y entonces todo sería la pura felicidad plena, porque los sueños y fantasías que planeamos aquella noche eran verdaderamente generosos para todos los involucrados.

   Una tarde antes de llevar a cabo el plan retornamos con nuestra guía espiritual quien no sabía nada, pero que tal lo parecía porque nos dio unos amuletos sumamente interesantes y nos realizó una limpia de lo más extraña, parecía que la mujer lo sabía todo y que ahora nos estaba preparando para algo grande, extraordinario. A cada una la encerró en un círculo de fuego y le sacudió un ramo hecho con ruda, albahaca y alguna otra hierba extraña, después nos pasó unos huevos y los estrelló en un vaso con agua, nos roció con algún preparado extraño mientras rezaba en una lengua completa y absolutamente desconocida por nosotras. Luego nos dio la estampa del Santo Malverde, dijo: patrono de las causas difíciles, a él han recurrido los criminales más renombrados del país. Entonces fue cuando nosotras, escépticas por formación, nos dimos cuenta de que en verdad la mujer se las olía con respecto de nuestro plan, porque lo que estábamos a punto de hacer no era precisamente un acto que mereciera condecoración o medalla al mérito de nada.



   Después nos dijo que ella intercedería por nuestra causa ante las fuerzas que fuesen precisas y que tuviésemos confianza, que después de todo no éramos las primeras ni las últimas mujeres que tenían penas de amor y que los resolvían de una manera poco convencional; no lo dijo con esas palabras, pero así lo entendimos. Lo poco convencional de nuestro proceder se debía sobre todo a lo poco convencionales que resultaban nuestros amores y a lo poco convencional que habíamos aprendido a amar. Aunque ellas, la Bovary y Karenina, tuviesen el apelativo de señoritas del s. XIX o yo llevase el de una mujer del Barrio, nada de la tradición cortesana de hacerse amar a partir de los fingimientos, que bien han aprendido las Cuquis Santillán y todas las niñitas bien y bien portadas que pululan por ahí, se nos daba.

   Por lo tanto, sólo quedaba una cosa, llevar a cabo nuestro plan.

miércoles, marzo 31, 2010

XII. El Oráculo

Es preciso en este momento de la historia contar de que antes de empezara todo, nosotras que los queremos tanto acudimos a consultar al Oráculo. Nuestro encuentro con los hados fue de lo más inspirador e inesperado.

   Cierto día de sus tristezas, la Bovary sumida un una profunda pena volteó los ojos hacia arriba y descubrió a una mujer que la miraba compasivamente, la mujer se llamaba Angélica, el nombre era una señal, cualquiera que haya pasado por quinto de prepa sabe que Angélica, es la mensajera. Así es Angélica traía noticias para la Bovary, le dijo: te llevaré con una cartomancista, ella te ayudará a resolver este dilema al que te enfrentas, acto seguido la Bovary se comunicó con Karenina y conmigo, la del Barrio, para compartirnos el mensaje. La cartomancista no se llamaba Casandra pero tal parecía, porque a todo lo que nos dijo justo es decirlo, nosotras como que hicimos oídos necios, ahora que pienso en ello, bien nos hubiera hecho no hacer caso omiso de tan importantes predicciones, aunque a estas alturas sólo recordarlo es bueno.

   Nuestro encuentro con el Oráculo fue una mañana fría y lluviosa en que las tres partimos a un viaje a las afueras de la ciudad, íbamos a bordo del ford fiesta rojo, escuchábamos a un disco de Caetano Veloso y teníamos la sensación de que algo estaba por ocurrir de que sabríamos la verdad de una vez por todas. Llegamos a donde se encontraba la adivinadora, quien nos recibió como si nos estuviese esperando hacía tiempo.

   Buenos días, tardaron un poco. Pasa tú, le dijo a la Bovary mientras la tomaba de la mano y la llevaba a su cubículo. En él encendió una vela y un incienso, comenzó la tirada. Posterior a ella pasó Karenina y al final yo. Por último, nos hizo una limpia a las tres y nos dijo: "recuerden lo que les he dicho".

   Enumero a continuación lo que la cartomancista nos dijo:

   A la Bovary: "ese hombre te quiere, pero está amarrado con alguien. Si te esperas, se queda contigo pero no creas que será ni fácil ni justo para ti".

   A Karenina: "ese hombre te conviene, es muy buen mozo, pero es un poco mezquino, por ahí está otro hombre rondándote, pero no tiene plata. El que te conviene te hará sufrir, piénsalo".

   A mí, la del Barrio: "ese hombre te quiere pero tú te enamoraste más que él además está amarrado con una o varias mujeres de su casa, él no tiene estrella, tú sí y cuando llegaste la compartiste con él; aquí veo que hay una gran compatibilidad sexual. Si te lo amarro se queda contigo pero además de los 3750 pesos que te va a costar el trabajo va a costarte penas y sufrimientos, tú dices"

   Ojalá le hubiésemos hecho caso, ojalá y no hubiese sido una Casandra en nuestra historia. Fueron sus primeras frases las únicas señales que marcaron nuestro camino hacía el plan que armamos días después:

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene



   Qué importaba a estas alturas el sufrimiento o el sacrificio o la pena, sin duda para nosotras que los queremos tanto, nada; en ese momento en que lo que más nos dolía era que no estaban con nosotras un dolor futuro no significaba nada. Salimos de la casa de la cartomancista quien nos dio un amuleto a cada, nos subimos al ford fiesta rojo. Nadie dijo nada de regreso, cada una meditaba lo que los astros había escrito sobre los naipes. Cambiamos el disco, ahora escuchábamos a Diego el Cigala, quien cantaba "lágrimas negras":

tú me quieres dejar

yo no quiero sufrir

contigo me voy mi santa

aunque me cueste morir.

tú me quieres dejar

yo no quiero sufrir

jueves, marzo 11, 2010

XI. El sueño

(Maricela Guerrero)

Faltaban sólo 48 horas para que el plan fuese llevado a cabo, teníamos un poco de miedo y algunos asuntos que resolver todavía. A partir de ese momento ninguna podía echar marcha atrás, ninguna podía poner en tela de juicio el hecho de que éramos nosotras quienes los queríamos tanto y mucho menos que éramos nosotras quienes llevaríamos a buen término nuestro plan que culminaría con el cumplimiento de todos los sueños y fantasías que alrededor de aquellos hombres habíamos armado.

   Lo del Yuppi estaba listo, él mismo nos había dado la fecha, la hora y la coartada; por él no tendríamos que preocuparnos por lo menos durante las próximas 3 semanas en que tenía planeado el viaje a las Costas Caribeñas. El viernes a las cinco de la tarde citó a Karenina en su departamento para lo de su despedida.

   La camarada Bovary sería el enlace con el joven A. a quien invitaría a tomar un café por la tarde del sábado, en el que conversarían de un proyecto que la Bovary traía entre manos. Mientras que la camarada Karenina, tendría que hacerle una llamada esta misma tarde al hombre Bovary para citarlo a una junta en la que le propondría un importante proyecto literario, justo el lunes por la tarde.

   Hasta este punto todo iba viento en popa.

   Mis vacaciones se iniciaban cinco horas antes de echar a andar el plan.

   Bovary y Karenina tendrían tiempo suficiente para presentar renuncias el lunes por la mañana antes de concluir con la primera parte del plan, la segunda parte después de aquello se nos ponía de bajadita.

   La mañana del viernes amanecí con un dolor de cabeza y la sensación de haber tenido un sueño. La sensación de extrañeza que queda después de un sueño extraño. No les comenté nada cuando nos vimos por la tarde, antes de dar inicio a todo. No quería echar a perder nuestro optimismo ni nuestro plan.

   Viajaba entonces en un automóvil, tenía que llegar a tiempo a una cita en el centro de una ciudad que sólo se mostró como una ciudad medieval de piedra. En un mapa mental que yo tenía dentro del sueño, sabía que la cita se encontraba en un edificio al doblar la esquina de la avenida principal del centro de aquella ciudad. Sólo que algo salió mal y es que en el mapa mental yo no tenía la más puta idea de los sentidos de las calles de aquel centro de aquella ciudad; di mal una vuelta y ya estaba fuera del centro, peor aún, yo sabía en la conciencia del sueño que aquella operación se había repetido en constantes ocasiones, de modo que cuando decidí bajarme del coche y estacionarlo  cerca de la calle de la cita, habían transcurrido más de 5 horas y ya nadie esperaba en aquel edificio. Las calles del centro de aquella ciudad medieval estaban inundadas, oscuras y frías; mientras que mi conciencia dentro del sueño se burlaba socarronamente y me decía "te lo advertí, pero tú nunca haces caso".



Ellas, las señoritas del XIX, no se enteraron de esto, sino hasta varias semanas después de que todo pasó.

miércoles, marzo 10, 2010

X. Si el sexo es tan fácil, por qué el amor tan complicado...

(Tania Espinosa)

Cabe señalar que en esos días fue mi cumpleaños ¿podrán imaginarse mi angustia?, entraba a la edad de veinticinco núbiles y eróticos años con una traición a cuestas y sumida en el más profundo negro del olvido eterno por aquel hombre que me engañaba y que yo lo amaba como nadie más había amado desde el hundimiento del Titanic. La Karenina al verme en tan mal estado, le propuso a la del Barrio organizarme una tertulia de esas que nos gustan tanto. La verdad yo no andaba de ánimos pero acepté, así que ese viernes por la noche fumamos, bebimos, reímos, bailamos y gozamos como tenía tiempo no lo hacíamos. Yo nomás me acuerdo que fue en casa de la del Barrio y había muchos invitados, entre ellos su nuevo rumi, al cual llamaremos el Hidrocálido. Total que palabras más, palabras menos no sé cómo llegué hasta el cuarto de lavado, apoyada en la lavadora y el venerable Hidrocálido, más cálido que nada, encima mío.

   Juzgará el lector que fue correcto festejar así mi cumpleaños puesto que necesitaba apapacho ante mi gran dolor. Al día siguiente al salir feliz de aquellas sábanas, es decir, de la casa de la del Barrio, no dejaba de preguntarme por qué ahora que el sexo era tan fácil, el amor se volvía tan complicado.

IX. Antes de lo que pasó después

(Maricela Guerrero)

En cuanto nos enteramos que teníamos cámara y que todo sería filmado para después poder editarlo y con ello crear un video-ficción-documento de nuestro plan, La Bovary y yo, quedamos completamente involucradas con el plan y con el giro artístico que tendría nuestra obra. Karenina se hallaba en un punto de quiebra muy interesante, después de la charla con el Yuppi, había recobrado un poco de la fe que tenía en aquel hombre.

   Por otro lado, el Señor Bovary, quien sería nuestro segundo hombre, nos representaba un poco de problemas técnicos. Desde hacía más de 5 años el hombre no había faltado una sola noche a casa de su madre sin previo o consecutivo aviso. Así que su sacrosanta progenitora podía alterar un poco el curso correcto de nuestro plan, debíamos tomar algunas medidas precautorias que no podíamos quedar en manos del azar.

   Algo similar sucedía con el joven A. quien pese a su seguridad y el amor que le tenía a su soledad ontológica y a su libertad, siempre avisaba en casa de su madre y su abuela que se ausentaría de casa por una noche o por un fin de semana, además de indicarles la actividad que realizaba durante sus ausencias. Actividad que casi siempre era de tipo lúdico: velada de damas chinas o ping-pong en campamentos con bombones y fogatas a la luz de la luna, en las que jamás se procuraba un gota de alcohol o alguna otra sustancia tóxica, y por supuesto en las que jamás y bajo ningún motivo se desarrollaba ningún acto relativo a "esas" cosas del amor. Además de dejar claro las actividades que desarrollaba durante ese tiempo fuera de casa, el joven A. dejaba muy claro el tipo de amistades con quienes se reuniría; es preciso informar que nunca figuré en la lista de amistades con las que su madre y su abuela suponían que su casto muchacho pasaba ese tiempo fuera, pues el joven A. generalmente informaba que saldría con un matrimonio abstemio, vegetariano y si fuera preciso, le diría a su abuela y a su madre que aquella pareja de amigos había hecho votos de castidad. Y no es que el muchacho gustase de engañar o mentir a esas dos cabecitas blancas, sólo no quería que interfirieran con esa libertad tan amada por él, y que no se preocupasen de que su muchacho anduviese en malos pasos con alguna lagartona de esas que a toda costa quieren abusar de la inocencia de los jóvenes inocentes como el joven A. Ante su madre y su abuela el joven A. había desarrollado la imagen de un monje tibetano que sólo se ausentaba de casa para encontrar la paz y el equilibrio espiritual.

   Al principio fue muy divertido para mí, imaginar al joven A. mintiendo por estar conmigo, tal como yo lo hacía hace algún tiempo, 7 años para ser exacta, para pasar noches fuera de casa. Ese conocimiento me causaba una ternura y una gracia infinitas en las que yo comenzaba a fantasear: era muy lindo imaginarme en caballo blanco a galope hasta su casa y luego él descendiendo del tercer piso en que dormía, de una soga hecha con las sábanas de su lecho, todo él: moreno, alto, hermoso, de madrugada; y yo y mi corcel esperándolo gallarda, valiente, dispuesta a luchar contra su madre y su abuela si fuese preciso, dispuesta a decirles que mis intenciones eran buenas y que no pretendía mancillar el honor del mancebo a quien tanto quería; dispuestos yo y mi corcel blanco a cabalgar con aquel mozo hasta alguna ciudad en la que pudiésemos decir: "sí acepto"; y luego la vuelta, ahora que su madre y su abuela estaban convencidas de que soy una dama seria y que si me lo llevé fue solo porque ellas se opusieron, todo sería dicha y cordialidad en el reino. Y entonces todos viviríamos felices para siempre.

   Por eso cuando a la Bovary, a Karenina y mí se nos ocurrió lo del plan, no dudé ni tantito; sabía que todo aquello devendría en un punto final después del: "Y vivieron felices por siempre jamás".

   Pues bien, ahora sólo nos restaba dejar muy claras las medidas precautorias con respecto de las respectivas familias del joven A. y del Señor Bovary, pues lo del Yuppi, él mismo lo había facilitado con lo de su futuro viaje a las Bahamas.

jueves, marzo 04, 2010

IX. La cámara o nadie sabe para quien trabaja

(Maricela Guerrero)


El Yuppi, ya lo hemos dicho, era de ese tipo de personas que lo tienen todo, que nacen bellos, exitosos, inteligentes encantadores, "todos llenos de gracia". Era de esperarse que Karenina tan afecta a las buenas cosas de la vida, sucumbiese de amor por aquel que tantas cosas buenas de la vida representaba. Como el Yuppi lo tenía todo encabezaba nuestra lista. Iríamos primero por él y sería el primero en pisar las instalaciones de nuestra maravillosa casita a las afueras de la ciudad de la eterna primavera. El hombre había preparado todos los enseres necesarios para realizar su viaje a las brillantes playas caribeñas de las Bahamas: crema bronceadora, toallas finísimas en colores incandescentes, toalla de secado ultrarrápido, cremas post-bronceado, sandalias, bermudas, playeras, viseras, binoculares, sombrilla para la playa, hielera personal, y una flamante y recién comprada videocámara digital minidv, handycam de 2 megapixeles. Toda esta última información venía en el folleto que le dio a leer a Karenina cuando sacó la máquina de su estuche para que ella la observase, también le dijo que con gusto le haría algunas tomas, pero a su vuelta, ya que ahora no tenía tiempo de trasladarlas a su Mac, para editarlas y aún no había conseguido otro stick.

   El Yuppi le contó a Karenina cómo había llegado a la brillante y oportuna elección de aquella cámara producto de la más alta tecnología en lo que a medios audiovisuales se refiere. Cuenta el Yuppi que siempre que quiere elegir lo mejor hace una investigación en la que va tomando los pros y los contras de aquellos productos que han pasado por las primeras pruebas de selección. Primero coteja que los aparatos, si es el caso, pertenezcan a una compañía con establecimientos en nuestro país y soporte técnico internacional, después verifica todas y cada una de las cláusulas de la garantía así como las posibilidades que tiene cada aparato para ser renovado o ampliado con accesorios que mejoren su rendimiento y le den una mayor y larga calidad de vida al aparato que redundará en todos los beneficios que con él, el usuario pueda obtener. En estos términos se refería el Yuppi a la forma en cómo había llegado a la decisión final. Después de verificar que los dos modelos que más le interesaban cubrían con los requisitos anteriores, procedió al último proceso, la realización de una lista con los pros y contras de cada aparato:

MiniDV
Handycam 2 megapixeles.
Modelo DCRHC 85,
USB Streaming, es decir podría editar en su Mac
Lentes Carl Zeiss, que daban verdadera calidad cinematográfica.
Pantalla LCD rotativa, de 3.5 "" con panel sensible al tacto,
Modelo 16:9 panorámico, sólo para los más exigentes.







DVD Handycam
CCD de 1 Megapixel.
Modelo: DCR-DVD201,
Está cámara evitaba el proceso de traslado de Hi8, Mini Dv o cualquier otro formato a DVD, pues desde la grabación está listo el CD para su proyección.
Grabación en total oscuridad, nightshot/supernightshot
Pantalla rotativa LCD Híbridaa de 2.5"".








   Ambas cámaras ofrecían al hombre la posibilidad de obtener un gran video de sus vacaciones, y, él no lo sabía, a nosotras de obtener un gran video de nuestro plan. El hombre nos ayudó muchísimo al realizar una buena elección por nosotras, en realidad ninguna hubiese sido tan sistemática y precisa para elegir la cámara que mejor se ajustase a nuestras necesidades. El Yuppi le contó a Karenina cómo es que después del amplio proceso de selección, llegó a la decisión de comprar el Modelo DCR-H85, videocámara digital MiniDv: aunque el tener un CD directo a la filmación le parecía sumamente atractivo, lo suyo lo suyo lo suyo eran su Mac y el proceso de edición por un lado, y por otro, está cámara le ofrecía la posibilidad de tener una filmación con estilo cinematográfico. Por último, los motivos de su elección quedaron completamente claros cuando el vendedor le informó: “sólo para los más exigentes... señor”.

   Esa era su cámara y como nadie sabe para quien trabaja, ahora sería nuestra. Sólo para los más exigentes.

VIII. Aquella tarde en donde se confabuló todo o, dicho de otro modo: la señal

(Tania Espinosa)


Un día después de tan desagradable suceso hice la famosa convocatoria: a las cuatro en casa de… (omito el nombre, puesto que todavía no teníamos ni idea de que necesariamente tendríamos nuevas identidades), sólo diré que fue en casa de la amiga A aprovechando su reciente independencia y también porque la amiga B vivía muy lejos y sus veintiún gatos nos ronronearían a toda hora y yo, la C, aún compartía techo paterno.


   Cuando llegué seguido del musical ding don me abrió un mozo de no malos bigotes que después de un breve saludo me invitó a pasar y, con una simpática sonrisa de simpáticos dientes hidrocálidos, encaminóse a una de las dos habitaciones del departamento aquel. “Es mi nuevo rumi, estudia filosofía”, se adelantó mi amiga A al notar mi boba mirada que lo seguía hasta el cierre de su puerta “Y ¿por qué no me habías dicho nada de este muchachón?”, le pregunté extrañada si ya sabe cómo soy. Pero está bien, me daría más gusto visitar a la señorita A pero aquello que me urgía sobrepasaba todo cambio de plan. Ya se encontraba la señorita B y, después de comentar los últimos sucesos, les expuse la idea.

   “Sí, algo he escuchado de eso pero y qué”, comentó la señorita B al tiempo que encendía el séptimo u octavo cigarrillo con la colilla del anterior. “¿Cómo que y qué?”, expuse enfática- “¡Es nuestra salvación!, ¿amamos a aquellos hombres, que no?, ¡por ellos damos y dimos todo pues!".


   Tanto la señorita A como la B asintieron muy convencidas de lo que estaba diciendo. Tengo que admitir que a veces me salen las palabras bien bonitas y con una vehemencia tal que logro convencer hasta de las ideas más descabelladas, obviamente éste no era el caso, es verdad que sí era una arriesgada aventura pero ¿descabellada? ¡no, por Dios! ¿acaso el amor tiene límites? Ya recordará el lector de los conocidos adagios que versan: “En el amor como en la guerra todo se vale” o “Del odio al amor hayan sólo paso” o, bueno, más coloquial: “Tu amor es una trampa, una trampa maldita”, interpretada por una chica de pocas ropas que omito su nombre porque me da pena exhibir mis referencias culturales, pero ahí está, ah!, pero qué me dicen de “Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda” ah, verdad?


   Total que me levanté ante la mirada y oídos atentos de aquellas dos amigas, compañeras, hermanas del dolor y continué diciéndoles que si en Suecia ocurrió en seis días, nosotras, en siete la armábamos. Claro que teníamos que resolver ciertas cuestiones, pequeños detallitos que resultaban ser pecata minuta en comparación de lo inmenso de nuestro amor. “Vámonos a la psicología pura, será una reacción normal, después de dos o tres días nos amarán y no podrán dejarnos. Sí, claro, es violentar su voluntad pero, acaso ¿ellos no lo han hecho ya con nosotras? ¿y nuestro bienestar emocional? ¿qué me dicen de los daños irreparables de nuestra salud mental? ¿se han preocupado por nosotras? ¿te ha llamado aquél, señorita B? ¿lo has visto, señorita A? A mí aquél me dice que está confundido, pero por mientras, se refina a otra ques que pa´ saber a quién ama… ¿no nuestro amor fue un encuentro de luz y ha sido para cada una de nosotras una gris despedida?...” Lo siento, me queda claro que tenía que poner mucho énfasis en el convencimiento, no siempre hablo así. Y terminé contundente, hasta creo que golpeé con el puño la mesa: “¡Vamos a quitarles lo confundidos, la pérdida del control al ser nuestros rehenes será tal que no tendrán más remedio que amarnos!”. En fin que las convencí, incluso, la señorita A sugirió que no fueran sólo siete días, ve tú a saber, igual hasta tendríamos nuestra esperada luna de miel.

   Ya muy entrada la noche, al salir felices y jubilosas de la casa de la Del Barrio (ahora sí ya teníamos nuestras nuevas identidades), conduje hasta mi casa recordando los últimos versos villarrutianos: “Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda, es querer saber todo tuyo, y a la vez el temor de al fin saberlo”. Carajo, por andar de preguntona el Vicario me había confesado de sus beneficios corporales de las señorita B…, ¡no, ni madres!, no me voy a referir a ella como señorita B, la Beatriz esa, que ni era dantesca, ni musa lozana, ni mucho menos puritana, había ocasionado que mi paraíso -ése sí dantesco- con mi ser amado se convirtiera en un infierno –dantesco también-, donde por un momento todos los pecados capitales se habían presentado frente a mí para ejercerlos a mi confesador; sin embargo, ya se sabe que nunca se debe perder el glamour en estos casos y, como una dama, así tal cual, como una dama, respiré y sólo dije: “Está bien, sé que estás confundido, te daré tiempo para ello”. Aunque por dentro me estuviera quemando los leños del desamor, así igualito que en la foto:



   y todos los lamentos dantescos vociferaran en mi cabeza ¡Cabrón, hijo de… cómo pudo!, esto nunca, nunca, nunca podría ser olvidado pero mi amor es más grande y él lo valorará. Después de estas conjeturas encendí el radio y, entonces, LA SEÑAL, lo que indicaba que estábamos en lo correcto. De repente se abrió el cielo, ¡la epifanía!... juro por lo más sagrado que no estaba planeado, no había cassette ni CD, ni siquiera me acordaba que tenía en la memoria laaaaaaaaaa zetaaaaaaaaaaaa, ¿¡yo, la zeta, por favor!?, pero ahí estaba, a la mitad de la canción “Tu amor es una trampa, una trampa maldita…” Y me quedó claro: tenía que ser así.