miércoles, marzo 31, 2010

XII. El Oráculo

Es preciso en este momento de la historia contar de que antes de empezara todo, nosotras que los queremos tanto acudimos a consultar al Oráculo. Nuestro encuentro con los hados fue de lo más inspirador e inesperado.

   Cierto día de sus tristezas, la Bovary sumida un una profunda pena volteó los ojos hacia arriba y descubrió a una mujer que la miraba compasivamente, la mujer se llamaba Angélica, el nombre era una señal, cualquiera que haya pasado por quinto de prepa sabe que Angélica, es la mensajera. Así es Angélica traía noticias para la Bovary, le dijo: te llevaré con una cartomancista, ella te ayudará a resolver este dilema al que te enfrentas, acto seguido la Bovary se comunicó con Karenina y conmigo, la del Barrio, para compartirnos el mensaje. La cartomancista no se llamaba Casandra pero tal parecía, porque a todo lo que nos dijo justo es decirlo, nosotras como que hicimos oídos necios, ahora que pienso en ello, bien nos hubiera hecho no hacer caso omiso de tan importantes predicciones, aunque a estas alturas sólo recordarlo es bueno.

   Nuestro encuentro con el Oráculo fue una mañana fría y lluviosa en que las tres partimos a un viaje a las afueras de la ciudad, íbamos a bordo del ford fiesta rojo, escuchábamos a un disco de Caetano Veloso y teníamos la sensación de que algo estaba por ocurrir de que sabríamos la verdad de una vez por todas. Llegamos a donde se encontraba la adivinadora, quien nos recibió como si nos estuviese esperando hacía tiempo.

   Buenos días, tardaron un poco. Pasa tú, le dijo a la Bovary mientras la tomaba de la mano y la llevaba a su cubículo. En él encendió una vela y un incienso, comenzó la tirada. Posterior a ella pasó Karenina y al final yo. Por último, nos hizo una limpia a las tres y nos dijo: "recuerden lo que les he dicho".

   Enumero a continuación lo que la cartomancista nos dijo:

   A la Bovary: "ese hombre te quiere, pero está amarrado con alguien. Si te esperas, se queda contigo pero no creas que será ni fácil ni justo para ti".

   A Karenina: "ese hombre te conviene, es muy buen mozo, pero es un poco mezquino, por ahí está otro hombre rondándote, pero no tiene plata. El que te conviene te hará sufrir, piénsalo".

   A mí, la del Barrio: "ese hombre te quiere pero tú te enamoraste más que él además está amarrado con una o varias mujeres de su casa, él no tiene estrella, tú sí y cuando llegaste la compartiste con él; aquí veo que hay una gran compatibilidad sexual. Si te lo amarro se queda contigo pero además de los 3750 pesos que te va a costar el trabajo va a costarte penas y sufrimientos, tú dices"

   Ojalá le hubiésemos hecho caso, ojalá y no hubiese sido una Casandra en nuestra historia. Fueron sus primeras frases las únicas señales que marcaron nuestro camino hacía el plan que armamos días después:

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene

ese hombre te quiere

ese hombre te conviene



   Qué importaba a estas alturas el sufrimiento o el sacrificio o la pena, sin duda para nosotras que los queremos tanto, nada; en ese momento en que lo que más nos dolía era que no estaban con nosotras un dolor futuro no significaba nada. Salimos de la casa de la cartomancista quien nos dio un amuleto a cada, nos subimos al ford fiesta rojo. Nadie dijo nada de regreso, cada una meditaba lo que los astros había escrito sobre los naipes. Cambiamos el disco, ahora escuchábamos a Diego el Cigala, quien cantaba "lágrimas negras":

tú me quieres dejar

yo no quiero sufrir

contigo me voy mi santa

aunque me cueste morir.

tú me quieres dejar

yo no quiero sufrir

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