miércoles, marzo 10, 2010

IX. Antes de lo que pasó después

(Maricela Guerrero)

En cuanto nos enteramos que teníamos cámara y que todo sería filmado para después poder editarlo y con ello crear un video-ficción-documento de nuestro plan, La Bovary y yo, quedamos completamente involucradas con el plan y con el giro artístico que tendría nuestra obra. Karenina se hallaba en un punto de quiebra muy interesante, después de la charla con el Yuppi, había recobrado un poco de la fe que tenía en aquel hombre.

   Por otro lado, el Señor Bovary, quien sería nuestro segundo hombre, nos representaba un poco de problemas técnicos. Desde hacía más de 5 años el hombre no había faltado una sola noche a casa de su madre sin previo o consecutivo aviso. Así que su sacrosanta progenitora podía alterar un poco el curso correcto de nuestro plan, debíamos tomar algunas medidas precautorias que no podíamos quedar en manos del azar.

   Algo similar sucedía con el joven A. quien pese a su seguridad y el amor que le tenía a su soledad ontológica y a su libertad, siempre avisaba en casa de su madre y su abuela que se ausentaría de casa por una noche o por un fin de semana, además de indicarles la actividad que realizaba durante sus ausencias. Actividad que casi siempre era de tipo lúdico: velada de damas chinas o ping-pong en campamentos con bombones y fogatas a la luz de la luna, en las que jamás se procuraba un gota de alcohol o alguna otra sustancia tóxica, y por supuesto en las que jamás y bajo ningún motivo se desarrollaba ningún acto relativo a "esas" cosas del amor. Además de dejar claro las actividades que desarrollaba durante ese tiempo fuera de casa, el joven A. dejaba muy claro el tipo de amistades con quienes se reuniría; es preciso informar que nunca figuré en la lista de amistades con las que su madre y su abuela suponían que su casto muchacho pasaba ese tiempo fuera, pues el joven A. generalmente informaba que saldría con un matrimonio abstemio, vegetariano y si fuera preciso, le diría a su abuela y a su madre que aquella pareja de amigos había hecho votos de castidad. Y no es que el muchacho gustase de engañar o mentir a esas dos cabecitas blancas, sólo no quería que interfirieran con esa libertad tan amada por él, y que no se preocupasen de que su muchacho anduviese en malos pasos con alguna lagartona de esas que a toda costa quieren abusar de la inocencia de los jóvenes inocentes como el joven A. Ante su madre y su abuela el joven A. había desarrollado la imagen de un monje tibetano que sólo se ausentaba de casa para encontrar la paz y el equilibrio espiritual.

   Al principio fue muy divertido para mí, imaginar al joven A. mintiendo por estar conmigo, tal como yo lo hacía hace algún tiempo, 7 años para ser exacta, para pasar noches fuera de casa. Ese conocimiento me causaba una ternura y una gracia infinitas en las que yo comenzaba a fantasear: era muy lindo imaginarme en caballo blanco a galope hasta su casa y luego él descendiendo del tercer piso en que dormía, de una soga hecha con las sábanas de su lecho, todo él: moreno, alto, hermoso, de madrugada; y yo y mi corcel esperándolo gallarda, valiente, dispuesta a luchar contra su madre y su abuela si fuese preciso, dispuesta a decirles que mis intenciones eran buenas y que no pretendía mancillar el honor del mancebo a quien tanto quería; dispuestos yo y mi corcel blanco a cabalgar con aquel mozo hasta alguna ciudad en la que pudiésemos decir: "sí acepto"; y luego la vuelta, ahora que su madre y su abuela estaban convencidas de que soy una dama seria y que si me lo llevé fue solo porque ellas se opusieron, todo sería dicha y cordialidad en el reino. Y entonces todos viviríamos felices para siempre.

   Por eso cuando a la Bovary, a Karenina y mí se nos ocurrió lo del plan, no dudé ni tantito; sabía que todo aquello devendría en un punto final después del: "Y vivieron felices por siempre jamás".

   Pues bien, ahora sólo nos restaba dejar muy claras las medidas precautorias con respecto de las respectivas familias del joven A. y del Señor Bovary, pues lo del Yuppi, él mismo lo había facilitado con lo de su futuro viaje a las Bahamas.

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