viernes, marzo 31, 2006

VI. Lo que pasó después

(Maricela Guerrero)
Lo que pasó después, justo es decirlo, no salió ni mejor ni peor de lo que esperábamos. Todos los días durante tres semanas, La Bovary y Karenina se estacionaban en una calle de la Roma donde esperaban a que el Yuppi saliera para seguirle y verificar su rutina, llevaban una lista exacta de cada uno de los pasos y horarios del flamante administrador y su eficaz último modelo. Así pudieron enterarse de que este joven en verdad dedicaba tiempo al mantenimiento de esos músculos que tanto amor habían provocado en Karenina y surtía una despensa de 890 pesitos aproximadamente cada semana, cabe aclarar que el Yuppi vivía solo y que comía en restaurantes medio nices de la Condechi. Mientras tanto, es decir mientras la señoritas del XIX se dedicaban a seguir al musculoso joven, yo viajaba a la ciudad de Cuernavaca y áreas circunvecinas con la finalidad de conseguir una casa tranquila con estacionamiento para tres autos, alberca, semiamueblada y jardín con hamaca. (Alguna vez el Joven A. y yo habíamos fantaseado al respecto, no podía de ninguna manera dejar pasar la oportunidad de cumplir uno de nuestros deseos, aunque a estas alturas de la vida parecía que aquel y yo no íbamos a compartir ni un solo deseo, ¿quién sabe?).

Total, lo de la hamaca fue idea mía, y como lo del alquiler y el depósito lo íbamos a financiar con una caja de ahorro escolar que acababa de recibir, no se opusieron pero sí se rieron un poco, como era su costumbre.

En fin, había que conseguir una casa y la conseguí. Desde que nos conocimos las del XIX y yo, la encargada de los asuntos legales o de relaciones exteriores había sido yo, dizque porque parezco muy diplomática y tengo pinta de formal y buena gente. La casa la renté a una señora que accedió a cobrarnos una módica renta y a colocar alcayatas en los árboles del jardín desde las cuales podría pender nuestra hamaca a semejanza de los estandartes de los campamentos o de la banderita que colocó el astronauta que llegó a la luna.

A los quince días de iniciadas las investigaciones sobre el Yuppi, teníamos casa con jardín y un par de preciosas alcayatas donde colgar nuestra hamaca. La siguiente comisión que realicé fue la de ir a conseguir los víveres para aguantar por lo menos dos meses, según las últimas investigaciones en el área de psicología, con eso era suficiente para que nuestro plan se concretara.

Por su parte La Bovary, fue la encargada de conseguir algunos datos necesarios sobre el Yuppi, como cuánto ganaba mensual, cuáles eran sus gastos y cuánto dinero tenía ahorrado. Es preciso aclarar que no hacíamos esto por plata, pero era un medio necesario para llevar a cabo todo el plan.

Una de las cosas que surgió de último minuto, fue de lo de la cámara. Karenina fue a casa del Yuppi, tres tardes antes de que todo ocurriera, fue él quien la llamó y fue él quien le dijo que había comprado la cámara para sus próximas vacaciones en las Bahamas, él salía justo la noche que teníamos destinada a iniciar nuestro plan. Fue él también quien estuvo a punto de echarnos todo a perder cuando le dijo a Karenina que quería despedirse de ella y que a su llegada la llamaría para aclarar las cosas entre ellos.

La Bovary y yo tuvimos que convencerla de que eso no era verdad, de que ese tipo estaba mintiendo como todos y de que si todo quedaba perfectamente registrado y editado en la hermosa cámara digital que el burgués gentil hombre había comprado, hasta podríamos concursar en algún festival cinematográfico y de esa manera contribuir con creces a la industria cultural de nuestro país. Nos costó mucho trabajo convencerla pero al fin cedió y todo quedó listo.

Durante los días que estuve fuera arreglando lo del alquiler, quedaron grabados varios mensajes en la contestadora del teléfono, uno de ellos era del Joven A., estuve tentadísima a llamarlo a decirle que aquí estaba y que "no ha pasado nada, tú sigues siendo de mi vida la fragancia, sigue tu amor tan fresco...", etcétera, etcétera, "tan fesco"... tan fresco y tan cabrón, ¿por qué ahora? ¿por qué tanto tiempo después?

No, ahora no iba a ser yo quien echara a perder todo esto que juntas, las del XIX y yo, habíamos creado. La tarde en que convencimos a Karenina y en que yo misma me convencí de no llamarlo, bebimos un chardonay muy a gusto y juramos que no había marcha atrás y que o todas o ninguna y recordamos Thelma and Louise, y una peli española que nos hizo muy felices en su momento Opera prima con Ariadna Gil. Repasamos también cada uno de los puntos del plan y cada una de nosotras que los queremos tanto refrendó su amor por ellos y, sobre todo, la lealtad a nuestra amistad. Ahora estaba todo listo, yo misma me había encargado de que la hamaca estuviese dispuesta y ondeante, pendiendo de las relucientes alcayatas.

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